¿Que tiene que ver un bólido de Scalextric con el baño de un centurión? ¿Y un Rey Mago, un frailuno y un Guardia Civil con una esclava llamada Lyda?
La obra que tiene en sus manos es capaz de sumergirle en un relato que le llevará a lugares y paisajes que solo se pueden vivir andando, por el Camino de Santiago o por cualquier otro camino de la geografía de este país que se abra en el horizonte. Un caudal de experiencias viajeras desgranadas en una crónica de imágenes llenas de afectos y risas, esfuerzo y vida.
Es ésta una suerte de roadmovie novelada, iconoclasta, irreverente, lírica, épica y libre como su autor. Deliciosamente incorrecta y difícil de clasificar al no sujetarse a género alguno, más bien cimbrea, muta y salta, en insolente vodevil, desde la historia a la comedia, de la geografía a la poesía y del arte al relato pasando por el ensayo. Todo ello sin perder un ápice de interés para quien decida iniciar este gran viaje caminando.
De recomendable lectura para todo aquél que hizo, hace o hará el Camino de Santiago. Y especialmente para quien quiere no hacerlo sino desde su imaginación de la mano de esta estimulante guía viva pletórica de amistad, tañidos de campanas, soledades compartidas, hermosas hopederas, mugidos, piedras y vidrieras, atardeceres mágicos y algún sonoro orgasmo mañanero que otro.
Un camino que le transportará a un espacio de emociones del que no deseará volver hasta no haber llegado al final.